Oh, lujo ven a mí.


No es nada raro que en tiempos de crisis económica mundial (la de los valores siempre ha estado presente, casi desde que la historia empezó a ser historia) haya una gran expectación con los desfiles de alta costura de París. A muchos les parece un auténtico exceso, algo fuera de época y sin sentido. Un derroche absurdo de dorés y telas caras, de incrustaciones de piedras preciosas, de horas y horas de costura a mano para que luego menos de quinientas clientas paguen por ello, reduciéndose así el mercado a tres países de economía emergente y denotado mal gusto, nuevas ricas a las que el exceso "les pone": rusas, chinas e indias (éstas últimas dicen ser el sector comprador más exigente pues tienen una buena cultura de moda acerca de las telas y su calidad... habría que verlo).


Así, tampoco es de extrañar que las colecciones de alta costura de la capital francesa hayan dejado de ser verdaderos espectáculos de cuentos de hadas para ser cada día algo más "folk", un no para de trajes regionales y super étnicos típicos de estos tres países. Claro, si son ellas las que principalmente lo compran y luego el resto de occidentales están encantadas de ir disfrazadas de princesas indias o descendientas de la zarina Anastasia (viva lo absurdo y así repetido temporada tras temporada). Si España fuera actualmente una compradora potencial de alta costura, ¿estos diseñadores pondrían mantillas y trajes de faralaes por doquier sobre la tarima de desfile? Eso estaría por ver, aunque este espectáculo y gran horterada ya ha tenido precedentes de este tipo y uno se espera cualquier cosa de la haute couture.


Lo realmente fascinante de la alta costura y su aparición casi efímera entre los prét-â-porter, no es sólo la idea del lujo y el ¿buen gusto? sino hacer un alegato de esperanza en las épocas más duras por las que pasan casi todos los países. Así, Dior en su día, también dió una ventolada de aire fresco y un distraimiento a los momentos más dificiles de posguerra mundial. El pueblo se moría de hambre pero oigan, las habían que se paseaban por las calles adoquinadas de paris con trajes de metros y metros de tela cara así como pamelas gigantes y zapatos carísimos entre gente que vestía con simples harapos.Si es así, bienvenida alta costura. Osea, hay que ser optimistas con la crisis económica que nos golpea a todos de alguna manera. Nosotros, como no podemos vivir en un carnaval constante de todo esto propuesto por un grupo reducido de diseñadores, pongámonos algo de color aunque sea en este duro invierno que está al llegar (boh ¬¬).


Y que de nuevo lo superficial nos ayude a sobrevivir. No tendremos trabajo y así menos dinero pero que no nos falte una nota de color y a las rubias rusas, las indias del harén y las orientales su particular vestimenta para ir de la mano de su marido-magnate al casino de turno así como a las absurdas galas benéficas a las que todo rico le encanta lucir palmito.


Esto sí es una lucha contra la crisis (vamos no jodamos...), yo pienso seguir vistiendo de negro y gris y me pondré color cuando me de la real gana porque mientras pueda comer y vivir bajo un techo no me dejaré guiar por esta tonta lucha reivindicativa que para el pueblo se reduce al despliegue de color y para unas pocas a vestidos de más de 10.000 euros.
JORDI WINTOUR